viernes, 27 de mayo de 2016

Acompañantes de vida, Dios y mis animales.


Por: Miguel Aviuth y Handrys vivero

En Pensilvania Francisco conoció el amor de su vida, La Chipirila, pero no en el famoso estado ubicado en los Estado Unidos, Pensilvania Harrisburg, si no en la no tan famosa isla ubicada a 8,7 km de Barranquilla Atlántico, en un minúsculo cuerpo de tierra que pertenece a Sitionuevo, Magdalena, bajo el puente Pumarejo, situado en la mitad de este, mejor conocida como Isla Pensilvania.

Ahí, justo al lado del rio Magdalena, creció ese cautivador romance entre Francisco y La Chipirila, o esto es lo que cree el señor Francisco, “Mira, esta es La Chipirila, la gatica más nueva que tengo, y este gato es Francisco, le anda coqueteando a La Chipirila desde que ella llego y a ella también le gusta” explica mientras le da a ambos algo de tomar que parecía leche en un porta comida naranja.

El señor Francisco de Asís Marín Marín, mejor conocido en Pensilvania por sus vecinos como Marín, no solo tiene de mascota a la Chipirila, una gata de ojos verdes con cola larga de color azabache, pelaje largo, suave y blanco, y a Francisco un gato grande, de pelaje colorado entre gris y marrón, orejas pequeñas contrastado con ojos grandes y seductores, sino además, a otros tres gatos bautizados como el Mono, el Cara Sucia y Tony, los cuales no son tan atractivos como sus dos consentidos tortolitos, empezando por el Cara Sucia, que le hace honor a su rostro. También tiene tres perros criollos que los aprecia mucho pero no lo suficiente como para presentarlos por sus nombres, si es que los tienen.

“Yo a este gato lo quiero” exclama el señor Marín al acariciar a Francisco con sus manos grandes y callosas, agrega que su tocayo, el gato, lleva su nombre, puesto que lo salvo de morir envenenado, “fueron semanas dándole leche para que ese gato sobreviviera, ¡y míralo ahí está gordito y bonito!”.
Considera el señor Marín que los animales muchas veces son mejores seres que los humanos, al acordarse con una mirada perdida de sus hijos, porque a diferencia de ellos, sus mascotas si son agradecidas y no lo abandonan, “Tengo tres varones y una hembra que me han dado 4 nietos, esos me ven y me dicen ¡abuelo, abuelo! Pero mis hijos poco me atienden, me duele, pero igual los quiero” dijo el señor francisco con cara de resignación mientras una vecina de 9 años de edad lo interrumpe para pedirle fosforo.

“Amiguita tu no sabe esto porque esto no te lo dicen, pero cuando los mayores están hablando no se les interrumpen, toma, aquí tienes fósforos, y ves a bañarte que hueles a todo menos a nada bueno” le dijo a la niña de manera amable aunque no suene así. A pesar de estos regaños sus vecinos aseguran que es una persona muy considerable y que le brinda ayuda al necesitado, “desde que llego pacho ha acogido a esos animales y los cuida más que a él mismo” dice entre risas Regulo Orellano Díaz.

Aparte de los animales, su otra adoración son la plantas medicinales, por esto al frente de su “ranchito” que está ubicado un poco más al lado de uno de los pilones del puente que tiene aproximadamente 30 metros de profundidad, tiene algunas plantas que utiliza para cuando se enferma, entre ellas están: la sábila, que según él es la reina de las plantas, además tiene orégano,  toronjil, yerba buena, plantas de auyama, de itamo real, verbena, rabo de alacrán y yerba santa que sirve para el parasito.

Marín cuenta que algunas veces hace baño con algunas de sus plantas, porque esta le ponen tierna sus profundas y pronunciadas arrugas, la cuales no son más qué las testigos de sus años de trabajos, aventuras, desamores, esfuerzos y ruinas, sus oscuras ojeras reflejan las horas de insomnios que le debe al tráfico del puente que no lo deja dormir y sus escasos dientes si son cosas de la edad, 75 años.
En Soledad nacieron sus padres, sus hermanos y él, pero al adquirir una propiedad en la Isla Pensilvania, se mudaron a esta, un poco lejos de la parte donde ahora vive, pero mientras su familia vivió ahí, él se fue a vivir aventuras desde joven y trabajo como conductor de vehículos para las cargas pesadas, albañil, agricultor y pescador, viajó por muchos rincones de Colombia entre ellos: La Guajira, san Juan, Agustín Codazzi y Bosconía del Cesar, Cartago, Medellín, Valledupar, Cartagena y Santa Marta. Dice que al regresar a casa de sus padres en la Isla, no lo reconocía su madre de lo cambiado que estaba físicamente, “mi mamá me dijo: ay mijo no te conocía, como tienes ese cabello largo, pareces un indio de las montañas”. Sin duda este era un Francisco Marín mucho más maduro y formado.

En el año 52 se fue a trabajar en los cultivos del barrio chino, donde muchos asiáticos construyeron sus asentamientos y tenían varias plantaciones en las cuales Francisco aprendió mucho sobre botánica.

Una mañana su madre fallece en un accidente de tránsito, puesto que iba en un carro muy antiguo que de repente se chocó con un bus de Coochofal. Años más tarde, fallece su padre de vejez debido al cansancio, y es en el año 62 cuando Francisco quien se hace cargo del terreno y los negocios que tenían sus padres en la Isla a razón de que sus hermanos y hermanas no quisieron dedicarse a las labores del campo.

El señor Marín revela que tenía árboles frutales de coco, mango, guayaba, guanábana y cáñamo, una variedad de aves como patos, gallinas, pavos, entre otros. Asegura que pescaba grandes bagres de hasta dos metros de largo y que pesaban 50 kilos, eran tan grandes que los compartía con sus vecinos y familiares, e incluso los vendía por 30mil pesos en el mercado de Barranquilla. Ahora mismo ya no se pesca bagres a cantidad, y que los que se encuentran son pequeños en comparación a los de hace 35 años.

El pasado Domingo mientras lavaba en el piso el calderón con una cocha de coco donde haría su almuerzo, qué sería una sopa de menudencia, lo comparaba con sus abundantes comidas de antes, en especial cundo según él, se acuesta sin comer.

No solo su comida, también su estilo de vida cambio a partir de la perdida de sus tres hectáreas de tierra a causa del fenómeno del niño ocurrido en el año 2010, cuando el rio magdalena se desborda y se lleva todos los cultivos y el ganado que poseía este humilde campesino.

Lo que mantiene intacto Marín es su fe hacia Dios a pesar de todo, la cual según cuenta es heredad de su abuela materna, quien lo llevo a él sustentarse del creador de los cielos, y dice clamarle a su Dios todos días al llegar el alba y al caer la noche porque es de la manera que toma fuerza su espíritu para seguir adelante.

A su edad lo único qué le queda es el cansancio en su espada y la cicatriz de la operación de su columna, tan encorvada quedo que paso de medir 1.70 a tener una estatura aproximada de 1.59, su piel morena de nacimiento y algo manchada por el sol que tiene que adsorber aun, cundo trabaja en su parcelita de yuca y este lo visita, por otro lado sus piernas también fueron operadas, debido a un entumecimiento que sufrió durante el tiempo del fenómeno del niño donde tenía que dormir prácticamente sobre las aguas del rio y recibir su frio mañanero.

“¡Francisco bajete del techo!, debe de ser que está casando algún ratón” expresó mientras montaba el caldero en el fogón de leña y agradecía a su amigo Regulo por darle el espacio para construir la casita que tiene desde hace 6 años y la parcelita que le regalo para defenderse, porque cuando no tiene para comer le toca subir al puente y pedir plata.



Marín a pese a todo no se cansa de agradecer al que todo le debe, “yo solo le pido a mi Dios muchos años más de vida, por a pesar de todo la vida es bonita y la quiero seguir viviendo junto con quienes vivo, con mi Dios, y con mis animalitos. Ustedes que son Universitarios, me gustaría que le dijera a la gente allá arriba que la Isla Pensilvania todavía existe, y que son bienvenidos” expreso mientras el humo del fogón difuminaba su cuerpo descamisado, oscurecía su pantalón beis y terminaba de colocar mojoso sus zapatos de cuero negro desgastado. 

martes, 26 de abril de 2016

Crónicas barranquilleras: el “Chivito” del Cementerio Universal

Un recorrido con el “Chivito” del  Cementerio Universal

Por: Paola Lopez Espinosa, Miguel Mejia Garcia y Handrys Vivero

El sábado 23 de abril, día en el que vimos como familiares y amigos le dieron el último adiós a cuatro almas en el Cementerio Universal, mismo día en el que el clima no se colocaba de acuerdo en la ciudad por la intempestiva lluvia que se aproximaba hacia el suroccidente, mientras que en el norte de Barranquilla el cielo estaba totalmente despejado, los rayos del sol se impregnaban en las calles hasta evaporarse en cada rincón de estas. 
Al llegar, siendo la 1 de la tarde, el cielo estaba nublado y con una leve llovizna el calor, como decimos aquí en la costa, se alborotó… hacia mucho más calor del que ya había antes de serenar, calor que solo generaba ganas de echarse agua para sentir alivio. 

Alejandro Herrara ´Chivito´

Chivito, un niño a quien vimos al entrar a los primeros mausoleos del Cementerio,  no se quedó con las ganas, aprovecho que tenía un balde con agua lluvia en frente suyo y con una tasa se hecho agua en el rostro como si recibiera agua bendita. Luego decidimos saludarlo, se veía algo amigable, pero nos miró y corrió a esconderse hacia las bóvedas que tenía detrás, pensamos que a lo mejor se había intimidado y fue una reacción normal para un niño de 13 años de edad. Aún no sabemos por qué le apodan "Chivito" pero es así como lo conocen quienes se encargan del aseo y mantenimiento del santo lugar, los cuales son sus amigos.
Chivito tiene una estatura aproximada de un metro treinta centímetros, tiene cabello negro y engajado, cejas delgadas, ojos pequeños, nariz fileña, sonrisa pronunciada y piel morena. Tenía puesto un suéter naranja, un jean azulado, y unas chancletas tres puntadas algo desgastadas por el uso que les da. 
Al ir recorriendo las estrechas calles y carreras del Cementerio, justo donde se encuentran las tumbas de los niños de meses en adelante, las cuales tenían sus lapidas adornadas con sonajeros, peluches y barbies, Chivito nos seguía del otro lado de las bóvedas y solo asomaba su cabeza para decirnos "Hola" y salir corriendo nuevamente a esconderse, hasta que en ese jueguito salto de una de las tumbas, lo cual permitió que se rompiera el hielo entre todos y fue así como muy formalmente se presentó como Alejandro Herrera.
Alejandro es el tercero de 5 hermanos, vive con ellos y con sus padres en el barrio Carrizal, cada mañana cuando el reloj marca las 6 en punto, todos están despiertos en su casa, su madre les prepara el desayuno, mientras que manda a sus hermanas de uno y 7 años donde su abuela, Alejandro y su hermana de 15 años se van al colegio, y el mayor, de 18 años se dirige al Sena. 
Su madre trabaja como empleada doméstica de lunes a sábado, de 7 de la mañana a 6 de la tarde, por lo que el Cementerio Universal se ha convertido para Chivito en su segundo hogar, debido a que después de la escuela se dirige a este lugar, donde trabaja su papá de lunes a sábado manteniendo el cementerio aseado y las flores de las bóvedas en buen estado.  
“Yo aquí me la paso chévere con mis amigos, si no estamos jugando al escondido, o a la lleva, estamos comiendo mamón o nos vamos al parque qué está aquí enfrente”, nos explica Alejandro mientras hacemos el recorrido dentro del Universal. Los padres de sus amigos también trabajan en el mantenimiento del cementerio, y a la hora del almuerzo que es la anhelada por todos ellos, ya que entre todos hacen “la vaca” para comprar sopa, arroz y gaseosa negra que es su preferida.

Pasillo, Cementerio Universal.

Mientras el sudor se asomaba por cada poro de nuestra piel, y los rostros de los difuntos en las fotos de sus bóvedas nos llenaban de pena, algunos porque fallecieron muy jóvenes, de admiración por lo bellos que eran los rostros de hombres y mujeres que evidentemente no fueron retocados con  los programas de edición que existen hoy en día, y de escalofrió por lo parecido que eran algunos con personas que conocemos.
En nuestra caminata, Chivito nos contaba que a sus hermanos no les gusta acompañar a su padre en el trabajo como lo hace él, decía que ellos prefieren quedarse en casa de su abuela, cosa que él no comprende, porqué para él, el Cementerio Universal es el escenario perfecto para divertirse y entretenerse cada día de una forma diferente, lo único qué tienen en común todos los integrantes de la familia, es llegar casi a las 7 de la noche para cenar y compartir lo que hicieron durante el día.
Al pasar por las bóvedas que se encuentran al extremo izquierdo de la entrada del cementerio, Chivito nos advirtió que no nos acercáramos a la tumba qué estaba justo detrás de un árbol delgado, deshojado y viejo, mucho más alto qué la pared, una de las bóvedas sin nombre y menos agrac
iada de todas las que hay en el cementerio Universal, estaba abandonada, todas las hojarascas se arrumaban a sus costados y de solo verla, sin escuchar su mito ya generaba escalofrió e inseguridad. De inmediato le preguntamos al niño:
-¿Qué ocurre con este rincón del cementerio, te da miedo pasar por aquí?
-El jefe de mi papá me ha dicho que por aquí no camine solo, porque por esa tumba siempre sale la sombra de un señor, pero yo nunca he visto nada.
Lo anterior nos resulta sospechoso, puesto que antes de llegar al cementerio teníamos conocimiento del video de un presunto espectro, que asustó a uno de los visitantes del Universal al transitar por este mismo punto que el niño nos enseñaba con el cuerpo en disposición de avanzar para alejarse lo más posible de esa tumba. 
Seguimos avanzando mientras nos contaba que cuando él se lo propone, es el mejor de su salón en matemática y español, pero normalmente no es aplicado porque le gusta mucho mas jugar en vez de hacer sus deberes. 
De repente el niño interrumpió su explicación del por qué no le iba tan bien en clase, y señalaba una bóveda qué estaba en el piso diciendo: “De tras de esa tumba está el cadáver de un gato” a lo que contestamos ¿es en serio? y Alejandro asintió con la cabeza, caminaos hacia la parte de atrás de la bóveda, el olor desagradable hacía presencia, hasta ver dentro de la bóveda el cadáver, de un gato negro que al parecer ya llevaba un par de semanas ahí.
Gato en descomposción, tumba cementerio Universal
Sobre cómo llego y murió el animal dentro de la bóveda, es un enigma del qué nos preguntábamos hasta qué sonó un campanazo siendo las 4 y 3 de la tarde, “Este es el tercer entierro de hoy” exclamó Chivito, resaltando que los sábados normalmente no suena casi la campana, pero los demás días de semana suena 7 u 8 veces al día.
Al seguir el recorrido vimos una bóveda familiar muy hermosa, con forma de un pequeño castillo, esta era un mausoleo puesto que tenía dos pequeños templos para rezar, en ellos se evidenciaba la reciente asistencia de alguien porque en el suelo se hallaba la esperma de las velas encendidas. 





 
En la entrada habían puestas unas flores qué adornaban el grueso mármol que compone el monumento, a las que Alejandro señaló y dijo que su papá era el encargado de regarlas, dejando ver que le gustaban mucho y confesando que a veces tomaba algunas para jugar con sus amigos, qué de por cierto se encontraban  en la cancha de al frente del cementerio jugando, pero él por esa ocasión no fue con ellos y prefirió acompañarnos a nosotros.
 
No solo el padre de Alejandro le hace el debido mantenimiento al cementerio. Familiares llegan allí con ramos de rosas rojas, blancas, girasoles y demás para colocarle a sus muertos. Unas flores son naturales y otras artificiales para que duren más, otros llevan mensajes y calcomanías, fotos y más fotos, rosarios.
Llevan también sillas en las cuales sentarse por largas horas, dos o tres y hasta más. Como por ejemplo aquella viuda en su silla tejida. No le basta con llevar flores, ella también limpia, ella también apoda, ella también mantiene la lápida blanca de su esposo. Tímida y sola en esa silla de la calle 9 donde está su muerto, su esposo y padre de dos hijos. Este mes sus flores son naranjas con amarillo, les cambio el color porque las blancas se ensucian demasiado y las rojas ya se las puso. La señora muerte hizo lo suyo al llevarse al hombre que convivio con ella casi 25 años. Ahora Teresa hace lo de ella, el papel de viuda y con dolor limpia la tumba, limpia ese pequeño cuadro blanco donde está plasmado el nombre de su marido y la dedicatoria para este. 

Cuando decidimos dirigirnos a la nueva entrada del cementerio, donde se encuentra ubicada ahora la funeraria, vimos que un personal acompañaba en su partida a un hombre de 87 años de edad que según el papa de Chivito, murió a causa de un paro respiratorio, así que decidimos esperar que pasaran todos los que iban detrás del ataúd y después seguirlos, cosa que normalmente hace Chivito mientras observa la reacción de cada uno de los presentes al ver como se enclaustra a su ser querido en esas bóvedas, con la certeza de no volverlo a ver más en este mundo. 
Este entierro tuvo algo particular y fue que solo dos o tres personas lloraban muy pasivamente al longevo hombre, los demás en su presencia solo hablaban y lo común de los entierros,  los colores de la ropa, blanco, negro y gris.
Luego, cuando ya casi eran las 6 de la tarde y el cielo se encontraba mucho más oscuro, entramos a las oficinas del cementerio para hablar con el recepcionista sobre la presunta aparición de un espectro en una de las bóvedas del lugar, este a su vez con una cara de sorprendido tras ver el video, nos dijo que no tenía idea de que eso estaba pasando, pero que si era algo que le puede perjudicar la imagen al Universal, puesto que según él, se trata de un montaje ya que ahí nunca ha sucedido nada paranormal y que ellos además se cuidan de ese tipo de cosas.
Por otro lado, nos comentaba la importancia que tiene el cementerio en la ciudad, ya que allí reposa los restos de personajes del carnaval, periodistas, entre otros que se encuentran nichos de niños, mausoleos y bóvedas.  Es uno de los cementerios más antiguos de la ciudad y por ende no solo lo visitan parientes de los fallecidos sino también uno que otro turista o viajero de último año de arquitectura y diseño que se acerca para admirar los mausoleos familiares, las estatuas de ángeles con sus alas de mármol y hasta los diferentes bustos de las personas.
Sin embargo al ser uno de los cementerios más antiguo fundado por la sociedad de hermanos de la
caridad y tener personal que le dé un mantenimiento, se evidencia para algunos visitantes y habitantes del sector aledaño, desolación y dejadez del cementerio.

En el 2014 según Johan Andrés Ortiz y Luis Ricardo Navarro autores de una investigación titulada: Análisis semiótico del Cementerio el Universal, para el desarrollo de una alternativa de construcción de identidad cultural y compromiso social, en la ciudad de Barranquilla, concluyen que en el cementerio se evidencia un abandono físico por parte de los habitantes y autoridades de la ciudad, a pesar de ser un lugar que comunica y dinamiza la esfera social.
Para los funcionarios que laboran allí, la historia es totalmente distinta. Ellos siendo un grupo no tan grande de funcionarios y repartiendo sus turnos, aseguran vigilar las 24 horas del día, los 7 días a la semana. Su objetivo es cuidar de aquel campo santo y evitar videos inescrupulosos, actos ilegales como rituales satánicos y brujería. 
 Como lo dice un funcionario de la oficina de operaciones y servicios, el cementerio universal lleva casi 149 años y se encuentra muy bien preservado, se ha catalogado como uno de los  patrimonios históricos de la ciudad, gracias a la sociedad hermanos de la caridad, quienes lo fundaron en 1870. Ade
más nos contó que el nombre “Universal” no hace acepción de personas por poder político, raza, sexo, ni credo religioso. “Así que muchachos, aquí pueden encontrarse muchos personajes de la política el arte y la ciencia; un ejemplo de ello es el señor Alberto Mebarak Spath, Abuelo paterno de la cantante Shakira”.
Otro funcionario al parecer el vigilante de la puerta central, escribiendo sobre aquel pesado libro de instrucciones de turno, se aproxima con un paso lento pero continuo hacia la cuerda de la campana para hacer el cuarto sonido habitual de la tarde. Uno, dos y tres campanazos en el momento indican que la hora de abandonar las tumbas y los mausoleos se aproxima. 
A las 5:30 de la tarde se inicia el cierre el cementerio para un nuevo turno, el de la noche que al igual que siempre transcurre con la mayor tranquilidad y sin tanto espanto.
Ya a las afueras y con las rejas cerradas a nuestra espalda, las vendedoras de flores aguardan a los transeúntes que pasan por allí. La señora Concepción, una mujer afrocolombiana nos ofrece sus bellos arreglos de flores. Sentada en su silla de plástico blanca y pintada con los colores de la tricolor espera a lo que sería sus últimas ventas, su sonrisa también vende y no por hablar alto es menos que amable. Mira con sigilo para detectar el gusto del cliente, sin embargo en esta ocasión no éramos más que un trio de estudiantes, untados de cementerio y flores, de mausoleos y de historias queriendo saber un poco de otras. Concepción tenía también la suya y no muy lejos del cementerio.
Tiene años de estar trabajando allí, los han querido reubicar sin embargo pertenecen al cementerio y de ahí no se mudarán. Con sus compañeras han visto llegar centenares de personas, unas muy finas otras demasiado humildes, todas con diferentes muertos pero con un mismo dolor. Y solo ella y las demás, arreglan sus canastos, bajan precios y pegan tarjetas a los ramos, a los arreglos que con tanto esmero trabajan. Entienden e dolor ajeno pero se han acostumbrado a ver caras rojas, hinchadas y pañuelos. Ha visto a esposas, hijos, nietos y amigos de quienes fallecieron, de quienes se van, de quienes han venido por ellos aquella señora muerte que muy poco conoce de arreglos, flores y pañuelos untados de lágrimas.
Por su parte la lluvia amenaza correr a cualquiera que camine por la calle, amenaza a los que alegremente juegan un partido de futbol en la cancha pegadita al cementerio, amenaza a los niños que están jugando en el parque y mientras tanto ¿Dónde está chivito? Está en busca de su padre, ya es la hora del cierre del cementerio y se va a su casa, se va también los sepultureros, el vigilante de turno, los funcionarios, familiares, menos los muertos: menos el ultimo que acaban de enterrar, los ángeles de mármol, los bustos de personas y los mausoleos familiares.



Galeria 


Nichos de niños, Cementerio Universal

Nichos de niños, Cementerio Universal

mausoleo Sociedad de hermanos de la caridad, Cementerio Universal

Una calle, Cementerio Universal

Una carrera, Cementerio Universal

Mausoleo familia Tarud, Cementerio Universal

Mausoleo Familia Marnini-Alzamora, Cementerio Universal


mausoleo familia Vizcanio, Cementerio Universal

Busto de persona (estatua), Cementerio Universal

Velas en el Mausoleo familia Marnini-Alzamora, Cementerio Universal